Fachadas. 07/2019
En las ciudades, así como con los seres humanos, lo primero que vemos es la apariencia exterior, lo que envuelve lo que somos y contenemos en lo profundo.
Esta apariencia genera intriga, rechazo, curiosidad, preguntas, dudas y prejuicios creados por la sociedad en la cual vivimos, nuestra educación, nuestra cultura, nuestro imaginario vinculado con estas superficies de piel o ladrillo.
Desde que empezamos a caminar por Intipucá en 2017, descubrimos fachadas misteriosas, casas de otro mundo en el medio de un pueblo tropical. Escalas gigantescas al lado de casitas de una planta. Así como frente a artefactos seculares cuya construcción o historia nos escapa.
Poco a poco, empezamos a entrar en estas casas, descubriendo sus interiores, físicamente pero no solo. Empezamos a conocer las historias detrás de estas peculiares construcciones, los caminos de la vida que había llevado sus propietarios a imaginar y levantar pequeños castillos en el medio de Intipucá.
Algunas ideas o suposiciones previas se derrumbaron. Las fachadas tomaron otro color al escuchar relatos íntimos de sus ocupantes. La extravagancia arquitectónica pasó a ser una suma de pequeños ladrillos, cosechados con trabajo y esfuerzo y la expresión de un sueño.
Rebotes. 04/2019
Después de volver del tercer viaje a Intipucá, empecé a sentir una confusión de sentimientos, de pensamientos. Las preguntas y las respuestas que encontramos en esta historia no logran quedarse afuera de mi propia historia. Siento un espacio emocional compartido con los intipuqueños. En el relato aparentemente ajeno empecé a encontrar rebotes hacia mi propia historia y preguntas sobre qué es ser migrante, ser parte o cómo construimos nuestra identidad en movimiento.
After returning from the third trip to Intipucá, I began to feel a confusion of feelings, of thoughts. The questions and answers we find in this story cannot be left out of one’s own story. I felt I was sharing an emotional space with the intipuqueños. In the apparently alien narrative I began to find bounces toward my own history and shared questions about what it is to be a migrant, to be a part of it, or how we build our identity in motion.

Aproveché una estadía en París para visitar el Museo Nacional de la Historia de la Inmigración. Un lugar sano y acogedor en un mundo violento y racista. En el medio de la muestra permanente, encuentro unas hojas, con unos árboles pre-dibujados invitando el visitante a proyectar a sus ancestros sobre el papel. Decidí usar los códigos de Intipucá, mezclando colores para diferenciar los orígenes. En azul, mi familia de Francia, en rojo, los nacidos en España, y en marrón los de Argelia. Al final, abajo de mi nombre, dibujé una línea amarilla, la que representa hoy a Argentina.
I took advantage of a stay in Paris to visit the National Museum of the History of Immigration. A healthy and welcoming place in a violent and racist world. In the middle of the permanent exhibition, I find some leaves, with some pre-drawn family trees inviting the visitor to project her/ his ancestors on paper. I decided to use Intipuca’s codes, mixing colors to differentiate the origins. In blue, my family from France, in red those born in Spain, and in brown the ones born in Algeria. At the end, below my name, I drew a yellow line, the one that represents Argentina today.